Cuentos que expondrá la alumna Chiquis:
Ficciones:
Tema del traidor y del héroe; El jardín de los senderos que se bifurcan
Historia de la
eternidad: La búsqueda de Aberroes; Amortasín
El libro de arena:
El espejo y la máscara.
Borges desde muy joven, al
comienzo de sus veinte años, al volver a Buenos Aires luego de educarse en
Europa y recorrer varias de las vanguardias que surgían allí como el ultraísmo
español, hace una divisoria de aguas y diseña su proyecto literario marcando el
espacio en el cual se moverá, aquel en el cual los personajes cobrarán vida: la
orilla, el margen, entre la nueva Buenos Aires que lo impresiona y la llanura,
en el barrio de Palermo. También crea el público al cual se dirigirá de allí en
adelante en su primer ensayo: “A los criollos les quiero hablar…”.
Textos de análisis de críticos:
Silvia Molloy: “Las letras de
Borges”
Beatriz Sarlo: “Borges escritor
de las orillas”
Jaime Rest: “El nominalismo en
Borges”
Alan Pauls: “El factor Borges”
Borges nace a fin del siglo XIX
en 1899 y sus rastros biográficos están reformulados y ficcionalizados de una
manera especial, pues ha sabido retocar ciertos componentes de ella, como, por
ejemplo, cambia la fecha del nacimiento a la de 1900 para poder decir que
pertenece al siglo XX.
Viaja de muy joven a Suiza a
causa de la enfermedad (que heredada) del padre, yéndose de su casucha de
Palermo, un Palermo limítrofe entre la llanura y la ciudad, de casas bajas, en
donde vive con sus abuelos y ve morir a varios allí. También aquí conoce a un
gran amigo de su padre que será clave en la escritura programática de Borges:
Evaristo Carriego.
Estudia en Ginebra y lee el
Quijote en inglés porque considera que el español no es el idioma ideal, pero
reconoce que su destino será el de escribir en este idioma y no en el
anglosajón.
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A su retorno a Buenos Aires, como
ya ha quedado escrito anteriormente, Borges queda fascinado con la ciudad que
se reencuentra: llena de cambios, con luces por todos lados, edificios más
grandes, lo que le genera también una gran nostalgia de aquella ciudad que
había dejado y aquí comienza su primer período de criollismo. Un estilo
mezclado con el ultraísmo español agregándole algo que este movimiento
vanguardista español dejaba de lado: el color local.
Sobre los inmigrantes: en este retorno de Borges en el 20,
se haya con un movimiento inmigratorio muy fuerte en la ciudad que proviene de
Europa. Un contingente de personas muy grande es expulsado de este continente
por el sobrante de mano de obra.
Pero como se puede leer en “La
modernidad periférica” de Beatriz Sarlo este grupo de inmigrantes venía ávido
de conocimiento, no le hablaba a sus hijos en sus dialectos, sino que en
español, porque deseaban que ellos se integren a la sociedad argentina, que
puedan estudiar y sean profesionales (en este período se escribe “Mi hijo el
dotor”).
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Borges ve que no hay
representación literaria, por eso comienza haciendo pe
queños libros de ensayo y
destaca en uno de ellos que Buenos Aires se le ofrecía dadivosa para
ficcionalizarla. La Pampa ya tenía sus dioses y mitos con Hernández y Ascasubi.
Había que crearle un mito a la ciudad y para eso tomará la figura del
arrabalero que le viene de Evaristo Carriego quien había trabajado ya el tema
del culto al coraje.
Entonces, podemos pensar que en
Borges hay un proyecto colonizador de un espacio que es la ciudad de Buenos
Aires, pero no cualquier espacio, sino que le interesan las orillas, los
bordes, aquellos lugares en donde no hay vereda de enfrente, donde se puede ver
la luna sin que la tapen edificios enormes. Ese será el límite en el que
trabajé Borges, la zona porosa donde se desgajan las casas, un lugar que no es
ciudad ni campo, sino orilla productiva.
Fervor de Buenos Aires muestra en
su primer poema “Las calles” una internalización de la ciudad, donde marca que
los extraños son los otros (los extranjeros del centro), en él se logra una
fusión física y espiritual. Le interesan las calles alejadas, no lo enérgico:
aquí está la dimensión de Carriego con las calles del barrio.