sábado, 28 de julio de 2012

TP para la vuelta consignas

22 de agosto no hay clases

Seminario de Literatura contemporánea en lengua española.

Año: 2012. Trabajo Práctico

Desarrollar: por lo menos DOS de los siguientes puntos sin repetir el autor.  Máximo dos carillas (A4- F. 12 – Esp. 1.5) Argumentar y/o justificar con claridad las afirmaciones o hipótesis propuestas.

1. Diseñe una hipótesis de lectura para El almohadón de plumas de H.Quiroga.

2. Caracterice los personajes de Los Adioses de Juan Carlos Onetti

3.Comente, confronte, ejemplifique con el texto de Onetti la siguiente afirmación de Jorge Panesi: “ En el universo de Los adioses todos juegan a la ficción, todos desafían y todos adivinan”

4. Describa el espacio en relación a los personajes y sus desplazamientos en El astillero de J C Onetti.

5, Analice la configuración del espacio y el tiempo en El sueño de los héroes de Adolfo Bioy Casares.

6.Comente, justifique y proponga ejemplos de los textos de Bioy Casares la siguiente afirmación de Jaime Rest: “Uno de los rasgos en que Bioy Casares se diferencia cabalmente de Borges y (y acaso pueda decirse de Cortázar; en una dirección muy diferente) es en la búsqueda constante  -ya sea espontánea o deliberada- de una densidad concreta. (…) En Bioy se desliza un elemento humano-hasta turbiamente humano, si se quiere- que es presentado con singular comprensión y dramática ironía”.

7. “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos” Analice la afirmación en relación a la construcción formal del relato “El Sur” de J.L.Borges .

8. Caracterice el personaje de Daneri y el personaje de Borges en “El Aleph”  de .

9. Comente, discuta y argumente su opinión sobre esta afirmación de Juan Jacobo Bajarlía sobre la estética de A. Di Benedetto: “No describe al hombre en función de sus accidentes, sino los accidentes, la acción de los elementos exteriores en función de un sujeto cuya significación será el hombre mismo”

Comenzamos con Borges


Cuentos que expondrá la alumna Chiquis:
                                                           
Ficciones: Tema del traidor y del héroe; El jardín de los senderos que se bifurcan
Historia de la eternidad: La búsqueda de Aberroes; Amortasín
El libro de arena: El espejo y la máscara.

Borges desde muy joven, al comienzo de sus veinte años, al volver a Buenos Aires luego de educarse en Europa y recorrer varias de las vanguardias que surgían allí como el ultraísmo español, hace una divisoria de aguas y diseña su proyecto literario marcando el espacio en el cual se moverá, aquel en el cual los personajes cobrarán vida: la orilla, el margen, entre la nueva Buenos Aires que lo impresiona y la llanura, en el barrio de Palermo. También crea el público al cual se dirigirá de allí en adelante en su primer ensayo: “A los criollos les quiero hablar…”.

Textos de análisis de críticos:

Silvia Molloy: “Las letras de Borges”
Beatriz Sarlo: “Borges escritor de las orillas”
Jaime Rest: “El nominalismo en Borges”
Alan Pauls: “El factor Borges”

Borges nace a fin del siglo XIX en 1899 y sus rastros biográficos están reformulados y ficcionalizados de una manera especial, pues ha sabido retocar ciertos componentes de ella, como, por ejemplo, cambia la fecha del nacimiento a la de 1900 para poder decir que pertenece al siglo XX.

Viaja de muy joven a Suiza a causa de la enfermedad (que heredada) del padre, yéndose de su casucha de Palermo, un Palermo limítrofe entre la llanura y la ciudad, de casas bajas, en donde vive con sus abuelos y ve morir a varios allí. También aquí conoce a un gran amigo de su padre que será clave en la escritura programática de Borges: Evaristo Carriego.

Estudia en Ginebra y lee el Quijote en inglés porque considera que el español no es el idioma ideal, pero reconoce que su destino será el de escribir en este idioma y no en el anglosajón.

A su retorno a Buenos Aires, como ya ha quedado escrito anteriormente, Borges queda fascinado con la ciudad que se reencuentra: llena de cambios, con luces por todos lados, edificios más grandes, lo que le genera también una gran nostalgia de aquella ciudad que había dejado y aquí comienza su primer período de criollismo. Un estilo mezclado con el ultraísmo español agregándole algo que este movimiento vanguardista español dejaba de lado: el color local.

Sobre los inmigrantes: en este retorno de Borges en el 20, se haya con un movimiento inmigratorio muy fuerte en la ciudad que proviene de Europa. Un contingente de personas muy grande es expulsado de este continente por el sobrante de mano de obra.

Pero como se puede leer en “La modernidad periférica” de Beatriz Sarlo este grupo de inmigrantes venía ávido de conocimiento, no le hablaba a sus hijos en sus dialectos, sino que en español, porque deseaban que ellos se integren a la sociedad argentina, que puedan estudiar y sean profesionales (en este período se escribe “Mi hijo el dotor”).

Borges ve que no hay representación literaria, por eso comienza haciendo pe
queños libros de ensayo y destaca en uno de ellos que Buenos Aires se le ofrecía dadivosa para ficcionalizarla. La Pampa ya tenía sus dioses y mitos con Hernández y Ascasubi. Había que crearle un mito a la ciudad y para eso tomará la figura del arrabalero que le viene de Evaristo Carriego quien había trabajado ya el tema del culto al coraje.

Entonces, podemos pensar que en Borges hay un proyecto colonizador de un espacio que es la ciudad de Buenos Aires, pero no cualquier espacio, sino que le interesan las orillas, los bordes, aquellos lugares en donde no hay vereda de enfrente, donde se puede ver la luna sin que la tapen edificios enormes. Ese será el límite en el que trabajé Borges, la zona porosa donde se desgajan las casas, un lugar que no es ciudad ni campo, sino orilla productiva.

Fervor de Buenos Aires muestra en su primer poema “Las calles” una internalización de la ciudad, donde marca que los extraños son los otros (los extranjeros del centro), en él se logra una fusión física y espiritual. Le interesan las calles alejadas, no lo enérgico: aquí está la dimensión de Carriego con las calles del barrio.

domingo, 17 de junio de 2012

Mi exposición del miércoles pasado


El narrador creador en Los adioses de Juan Carlos Onetti:
El siguiente análisis de la nouvelle de Juan Carlos Onetti, Los adioses, está encarado en el trabajo de caracterización de los personajes y los procesos constructivos del relato, tomando como punto convergente y creador al narrador que, como plantea José Luis Coy, en Notas para una revalorización de Juan Carlos Onetti: “Los adioses”, sale de la típica pasividad del testigo para pasar a un rol activo en el relato. Finalmente, se trabajará a los que ayudan a construir la historia y a los que parecen protagonizarla, un triángulo: hombre-mujer-muchacha. Pero antes, se citará el argumento, desarrollado por Coy, para quien no haya leído el texto:
La “historia” de Los Adioses, de Juan Carlos Onetti, es muy sencilla: un ex jugador de baloncesto, enfermo de tuberculosis, llega a un pueblo, en el que hay un sanatorio y dos hoteles para enfermos. Hay también un almacén, que hace las veces de estafeta de correos, bar y tienda en la que se puede comprar desde alpargatas hasta embutidos. Ese enfermo, cuyo nombre no se llega a saber, empieza su vida en el pueblo, pero manteniéndose alejado de todos. Su vida gira alrededor de las cartas que recibe y de las que él va enviando. Al poco tiempo de estar en el pueblo, una mujer viene a visitarlo y pasa con él varios días  en el hotel viejo, en el que el enfermo está viviendo. En la víspera del año recibe otra visita: una muchacha joven, que pasa una semana con él, hasta el día de Reyes; pero esta vez no viven en el hotel, sino en una pequeña casa en la ladera de la montaña, que él había alquilado antes. La gente del pueblo piensa –que las dos mujeres son amantes del hombre, o que la mujer es su esposa y la muchacha su amante. Un día, cuando está terminando el carnaval, vuelve a presentarse en el pueblo la mujer, esta vez acompañada por un niño de pocos años. Al día siguiente llega la muchacha. Por fin, la mujer y el niño se marchan y el hombre y la muchacha se van a vivir al hotelito de la ladera de la montaña. Pasan allí una temporada, hasta que se van al sanatorio. Algo más tarde, un buen día encuentran, en la casita, el cuerpo del hombre que se ha matado de un tiro.
Este resumen de Los adioses permite iniciar un recorrido por el texto, bastante objetivo, no como el que hace el narrador, como plantea Coy en su texto, el personaje principal: el almacenero. El relato es presentado por este, hombre  aburrido, recuperado de tuberculosis hace doce años atrás, que encuentra, gracias a la irrupción de un otro[1], un extraño, la excusa para narrar y desplegar su maquinaria creativa. Desde su focalización interna cuenta la historia de esos tres personajes a los cuales imagina, fabula y utiliza como entretenimiento. Desde su mostrador observa y vigila. Testigo subjetivo y activo,  cataliza[2] el relato a través de una omnisciencia camuflada e influye sobre el lector en la recepción de cada personaje, produciendo la misma confusión, el mismo error ante los chismes y la imaginación del almacenero sobre la relación del supuesto triángulo amoroso: hombre-mujer-muchacha: “Quisiera no haber visto del hombre, la primera vez que entró en el almacén, nada más que las manos, lentas, intimidadas y torpe, moviéndose sin fe, largas y todavía sin tostar, disculpándose por su actuación desinteresada (…) (p. 1)”; “imaginé al hombre subiendo la sierra para interrumpir la siesta de Andrade, metiendo su cuerpo largo y perezoso —como un contrasentido, casi como una profanación— en la sombra del negocio de remates y comisiones, interesándose en oportunidades, precios y detalles de construcción con su voz baja e inflexible (p. 5)”; “(…) pensaba en los tres y el niño, que habían llegado a este pueblo a encerrarse y odiar, discutir y resolver pasados comunes que nada tenían que ver con el suelo que estaban pisando (p. 18)”.
Desde el principio, el narrador se postula como un lector de signos[3], un adivino, un oráculo[4], un dios capaz de crear y dar vida a una historia, a personajes sin nombres que le sirven para divertir su monótona vida de quince años de tedio en ese pueblucho, para sentirse vivo y poderoso, creador: “Me sentí lleno de poder, como si el hombre y la muchacha, y también la mujer grande y el niño, hubieran nacido de mi voluntad para vivir lo que yo había determinado (p.27)”. Nuevamente, el tedio –motor creador en Onetti[5]- necesita de la invención de historias, que comenzará a imaginar y adivinar  (a inventar) “Imaginé que la muchacha allá arriba aprovecharía su ausencia para llorar un poco más (p. 26)”; “Esta ignorancia profunda o discreción, o este síntoma de falta de fe que yo le había adivinado, puede ser recordado con seguridad y creído. Porque, además, es cierto que yo estuve buscando modificaciones, fisuras y agregados y es cierto que llegué a inventarlos (p. 15)”.
Sin embargo, el narrador no construye solo esta historia, pues tiene tres colaboradores que sirven de informantes para que pueda seguir su relato: el enfermero, la mucama, Reina, y el pueblo “Algunos entraron a comprar y a traerme historias (p. 15). Ellos, como Gunz y Castro, visitan el almacén para contar sus versiones sobre el tipo que llegó para curarse y dejarse morir. Pero el más importante de ellos es el enfermero con el que se genera un desafío desigual, un juego de apuesta y adivinaciones con el narrador quien lo presenta como un admirador sumiso: “El enfermero sabe que no me equivoco (…) tal vez sólo me adule, tal vez me respete (…) (p. 1)”; “(…) tal vez pensará en asegurarse las posibles inyecciones. Me hubiera gustado sentarme a tomar vino con él y decirle algo de lo que había visto y adivinado (p. 2)”; “Entre las dos, hubiera apostado, contra toda razón por la mujer y el niño, por los años, la costumbre, la impregnación. Una buena apuesta para el enfermero (p. 16).”; “Vivía en el garaje del almacén, no hacía otra cosa que repartir inyecciones y guardar dinero en un banco de la ciudad (…) (p. 3)”. Finalmente, la relación se torna controlable, por ejemplo, cuando el enfermero le ofrece organizar las fiestas de fin de año y reyes en el almacén e imagina con Reina cómo será la celebración, el almacenero borra la importancia de la gestación de la idea del otro para otorgarse a sí mismo esa capacidad de crear: “La idea fue del enfermero, aunque no del todo; y pienso, además, que él no creía en ella y que la propuso burlándose”; “(…) ya no necesitaba del enfermero; había tomado una decisión y tenía resueltos casi todos los detalles”; “Yo estaba ya mucho más lejos; pensaba en el árbol, dónde conseguirlo y cómo adornarlo. Así que pude mirar al enfermero con amistad, olvidando la sospecha de que hubiera propuesto los bailes para burlarse de mí y del almacén (p. 8)”.[6]
El primero que aparece del triángulo amoroso es el hombre, el basquetbolista, el muerto viviente “No es que crea imposible curarse, sino que no cree en el valor, en la trascendencia de curarse. (P. 1)”. Un hombre al que lo visitan dos mujeres, realidad opuesta a la soledad negada del almacenero, “(el enfermero) estaba solo, y cuando la soledad nos importa somos capaces de cumplir todas las vilezas adecuadas para asegurarnos compañía, oídos y ojos que nos atiendan. Hablo de ellos, los demás, no de mí. (p. 3)”; la primera, la “mujer” de lentes negros, la que todos imaginan su amante o su esposa, que llega sola en su primera visita y acompañada, luego, por un niño en la segunda, al cual el enfermero y la mucama llaman “hijito” y el narrador “niño”. Nuevamente, lucha por el saber(poder)[7] que otorga la verdad de un narrador que entra en juego para recuperarse del error sobre la relación que le otorga la carta sobre la muchacha -tercera en discordia, la segunda en aparecer- con el hombre. Primero, piensa en enrostrar esa revelación al enfermero, a la mucama, al pueblo:“(…) pensé (…) contarlo a todo el mundo, burlarme de la gente de allá arriba como si yo hubiera sabido de siempre y me hubiera bastado mirar la mejilla, o los ojos de la muchacha (…) para no compartir la equivocación de los demás (p.28[8])”. Pero, luego, no comparte nada, no se burla, no usa su “verdad”, pues no desea perderla al compartirla; pues eso mostraría a los otros, a quienes lo respetan, su predicción errónea (pues la muchacha no es la amante, sino la hija de aquel) lo que sería terrible, por eso mejor destruir, cubrir y descubrir ese cuerpo (el del hombre, el de la literatura) para protegerse y justificarse: “Lo único que hice fue quemar las cartas y tratar de olvidarme; y pude, finalmente, rehabilitarme con creces del fracaso, solo ante mí, desdeñando la probabilidad de que me oyeran el enfermero, Gunz, el sargento y Andrade, descubriendo y cubriendo la cara del hombre, alzando los hombros, apartándome del cuerpo en la cama para ir hacia la galería de la casita de las portuguesas, hacia la mordiente noche helada, y diciendo en voz baja, con esforzada piedad, con desmayado desprecio, que al hombre no le quedaba otra cosa que la muerte y no había querido compartirla. (p 28)”. Prefiere callar, se guarda todo para sí al quemar la carta, al dejar que el relato agonice para que el pueblo tenga ese vacío que podrá llenar con su malicia natural y, de paso, restar legitimidad a la información que altera su predicción. También calla para tapar su fracaso que se transfiere en equivocación de los otros, pues “como si yo hubiera sabido de siempre y me hubiera bastado mirar la mejilla, o los ojos de la muchacha en la fiesta de fin de año  (…) para no compartir la equivocación de los demás (p. 28)”. De esa manera, descalifica la necesidad de esa verdad para mantener su historia, pues la lectura de la carta pudo haber sido errónea: “Porque, suponiendo que hubiera acertado al interpretar la carta, no importaba, en relación a lo esencial, el vínculo que unía a la muchacha con el hombre. Era una mujer, en todo caso: otra (p. 26)”.
A partir del encuentro-irrupción que provoca el hombre en el mundo del almacenero con esas manos que “quisiera no haber visto del hombre (p. 1)”, se inicia un relato para justificar y ocultar un error, tomando la idea -de José Luis Coy- de un narrador que despliega su historia como un proceso de autojustificación ante su predicción errada, su lectura equivoca de ese signo mudo que es el hombre,  largo y curvado como un signo de interrogación, ser sin rostro “una mano variable que no correspondía a ninguna cara, a ningún par de ojos que insinuaran hacerse cargo y deducir (p. 2)”. Esas manos variables del hombre tienen más importancia que la cara; ese pedazo enfermo del cuerpo constituye una metonimia del hombre y también de la culpa y del recuerdo de un error. Aquél hombre apartado de todos, conduce al almacenero, al pueblo entero y al lector, a creer que la muchacha, (esa que irrumpe sensual, provocativa, inalcanzable, eróticamente fraccionada, ante el narrador, “No puedo saber si la había visto antes o si la descubrí en aquel momento, apoyada en el marco de la puerta: un pedazo de pollera, un zapato (p. 9)”; “Ahora ella se había colocado de pie frente a la puerta del almacén, mirando hacia afuera, con las piernas firmes y las manos siempre enguantadas, blancas, unidas sobre la cadera (p. 11)”[9] ), es la amante del hombre (por eso la Reina trata como “A esa putita, perdóneme, no sé qué le haría. (p. 19)”); para, finalmente, descubrir, en las cartas que es la hija del hombre con otra mujer ya muerta “aquel amansado rencor que llevaba en los ojos y que había nacido, no sólo de la pérdida de la salud, de un tipo de vida, de una mujer (p. 6)”; y “estuvo, mientras miraba, evocando nombres antiguos, de desteñida obscenidad, nombres que había inventado mucho tiempo atrás para una mujer que ya no existía (p. 21)”;Heredó un dinero de la madre y tuvo el capricho de gastarlo en esto, en curarme. (p. 26)”[10]. Esas cartas que ha ocultado en el fondo de un cajón significan el fin del enigma sobre el triángulo, por eso la actitud de suspensión la verdad. El acto de retener esas cartas plantea el deseo de mantener activo el relato,  pues mientras que no se sepa la verdad se podrá  mentir e inventar una historia[11].  El descubrimiento resulta, ni más ni menos, que la inminente muerte del hombre y del relato.
Aquella revelación empieza a clausurar el relato; expone la verdad que obtura la posibilidad de seguir inventando, niega el poder creativo del narrador y los suyos (el enfermero, la mucama y los habitantes del pueblo). El silencio del hombre es la materia prima, el vacío necesario -propicio- para llenar con chismes e imaginaciones, pero al ser revelada, el narrador comparte con el lector el fracaso de su predicción y lo único que queda es comenzar a cerrar el relato. Esas habladurías que teje y desteje, descubre y cubre (movimiento que, además del narrador, la muchacha lleva adelante con la sábana que cubre al cadáver de su padre, quizás el único acto que los une) van llegando a su fin. Pues ya no hay lugar para la imaginación –la escritura- con la que el almacenero ha creado un cosmos en tensión o para ese chisme que ha funciona como principio constructivo y motor creador de la historia “La muchacha resurgió en los chismes del enfermero (p. 25)”.


[1] “La mayoría de los relatos posteriores a La vida breve se abren con la irrupción de un elemento extraño-extranjero, “otro” y transgresivo en el espacio del narrador; lo insólito (la diferencia), que casi siempre proviene de “otra” parte, rompe la estabilidad rutinaria del mundo cotidiano y familiar. La apertura del relato como narración de la llegada de uno o varios personajes extraños se reitera (en varios relatos)”. Ludmer, Josefina. Onetti: Los procesos de construcción del relato. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1977.
[2] 2. tr. Favorecer o acelerar el desarrollo de un proceso. Rae.es
[3] Tanto Panesi como Ludmer admiten una lectura policial del relato. El primero dice: “(…) en la nouvelle policial y en el relato de Henry James existe una relación entre un secreto que pone en movimiento el deseo de saber, su posible o imposible develamiento, y un desafío expreso a la capacidad cognitiva del descifrador (p. 223)”(Ibíd. 1); la segunda: “Onetti se adhiere  al sistema policial porque es el que exhibe con más nitidez que narrar es el proceso de un saber, de búsqueda del saber; porque muestra que narrar es contar por lo menos dos relatos, porque supone una elipsis, un blanco de no dicho para desencadenar la escritura (p. 88)”. Panesi, Jorge, “La lectura como adivinanza en Los adioses”, en Críticas, Buenos Aires, Ed. Norma, 2000.
[4] “Me basta verlos y no recuerdo haberme equivocado; siempre hice mis profecías antes de enterarme de la opinión de Castro o de Gunz (p. 1)”; “Los miro nada más a veces los escucho, el enfermero no lo entendería, quizás yo tampoco lo entienda del todo: adivino qué importancia tiene lo que dijeron, qué importancia tiene lo que vinieron a buscar, y comparo una con otra. (p. 1); “(…) volví a mi sitio en el mostrador y hablé con el enfermero de que es inútil dar vueltas para escapar al destino (p. 15)” Los adioses versión online. Sobre este punto comenta Jorge Panesi: “La adivinanza es un desafío y disemina su gesto hacia otros planos del relato: “Adivinar” es uno de los verbos básicos de la narración. (p. 226)”; “El almacenero es el oráculo interrogado sobre la muerte, la vida o la curación del hombre (p. 229)”. ( ibíd.. 3)
[5] Piénsese en otros relatos como “El pozo”, “Para una tumba sin nombre”, etc., en que se observa que la intensión de narrar una historia no es más que una lucha sin cuartel contra el tedio.
[6] Jorge Panesi aborda este tema planteando que “El duelo con el enfermero se manifiesta en el doble plano comercial y narrativo: la primacía y la propiedad sobre la idea de aprovecharse del fin de año para organizar una fiesta son el punto máximo de una rencorosa rivalidad de intereses que se muestran por las alusiones envidiosas del narrador a la cuenta bancaria del enfermero y por la apropiación de la historia que trae la muchacha. (p. 224)”. (Ibíd. 3)
[7]La única justificación de la vida es el Saber, que constituye él solo lo Bello y lo Verdadero. Hay que reunir todas las lenguas extranjeras en un idioma total y continuo, como saber del lenguaje o filología, contra la lengua materna que es el grito de la vida. Hay que reunir las combinaciones atómicas en una fórmula total y una tabla periódica, como saber del cuerpo o biología molecular, contra el cuerpo vivido, sus larvas y sus huevos, que son el sufrimiento de la vida. Tan sólo una <<hazaña intelectual>> es bella y verdadera, y puede justificar la vida (p. 28)”. Crítica y clínica. Guilles Deleuze. Editorial Anagrama. Barcelona. 1996. En esta relación con el “saber-poder” que se presenta en el discurso del almacenero y su necesidad de, por este saber, generar una historia combinando datos externos para, como una madre, parir su propia historia, hecha de pedazos de chismes sobre un objeto vacío de significados que recarga de sentido para generar una escritura nueva, sacada de un cuerpo enfermo que representa al hombre: “Pude explicarme la anchura de los hombros y el exceso de humillación con que ahora los doblaba, aquel amasado rencor que llevaba en los ojos y que había nacido (…) de la pérdida de una convicción, del derecho a un orgullo. Había vivido apoyado en su cuerpo, había sido, en cierta manera, su cuerpo. (p. 6)”. Ese cuerpo enfermo sirve para pensar esa teoría de Deleuze donde “Lo que se desgaja de la lengua materna son palabras-soplos que ya no pertenecen a ninguna lengua, y del organismo un cuerpo sin órganos que ya no tiene generación (…) las letras todavía siguen perteneciendo a las palabras maternas, y los soplos aún están por descubrir en palabras extranjeras, con lo que sigue prisionero de la condición de similitud de sonidos y significado: carece de sintaxis creadora. (…) es preferible reconstruir el cuerpo puro que mantener un cuerpo enfermo (p.31)”.

[9] Pose castradora para el almacenero, está muchacha de Onetti, objeto de deseo, guarda su pureza y protege su castidad de pie, mirando hacia afuera, las piernas firmes, las manos unidas sobre la cadera. Además esas manos no están desnudas sino que cubiertas por el blanco de la pureza, lo que destaca, en el texto ya citado, Josefina Ludmer al postular que “(…) el hombre no tiene relaciones con la muchacha y la prueba no son únicamente las botellas sin abrir en el chalet (ligadas por el narrador con la virginidad de las portuguesas, p. 769), sino los guantes blancos que lleva como marca: la muchacha es virgen, intocable socialmente; los guantes blancos vedan la zona de apropiación vinculada con el cuerpo, con la captura física. Y la distancia puesta en las manos de la muchacha se reitera en los “sobres marrones escritos a máquina” (p.738) que envía al hombre.” (ibíd. 1)
[10] Sobre este punto hace referencia, parte del estudio ya citado en la nota 1, el trabajo de Josefina Ludmer, añadiendo la posibilidad de que la muchacha, no sea la hija y que esa mujer que ha muerto, que ya no está más en la vida del hombre, falleció de tuberculosis y, probablemente, se la transmitió a él. Por eso, la joven que tiene a su madre muerta que le ha dejado una herencia que gasta en el hombre no hace más que pagar esa culpa del contagio, de la muerte inevitable.
[11] “Decir la verdad es imposible; los hechos desnudos no significan nada. Lo que importa es lo que contienen o lo que cargan; y después averiguar qué hay detrás de esto y detrás, hasta el fondo definitivo que no tocaremos nunca… Hay varias maneras de mentir, pero la más repugnante es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de los hechos. Porque los hechos son siempre vacíos, son recipientes que tomarán la forma del sentimiento que los llene.” Fragmento de entrevista de Jesús Ortega.

jueves, 7 de junio de 2012

Cuentos Claros de Antonio Di Benedetto por Graciela Mansilla y María del Mar Izco


Seminario de Literatura Contemporánea en Lengua Española
Clase expositiva de María Izco Tobares y Graciela Mansilla

ANTONIO DI BENEDETTO – CUENTOS CLAROS

INTRODUCCIÓN
Presentación del autor
Como primera forma de acercamiento a Antonio Di Benedetto decidimos leer su Autobiografía, que nos permite, al mismo tiempo, conocer datos biográficos y algo del singular estilo poético de su escritura.

• Di Benedetto por Di Benedetto
“Autobiografía”, escrita en 1968 por encargo para una publicación de Alemania Occidental.

He leído y he escrito. Más leo que escribo, como es natural; leo mejor que escribo.
He viajado. Preferiría que mis libros viajen más que yo.
He trabajado, trabajo. Carezco de bienes materiales (excepto la vivienda que tendré).
Una vez, por algo que escribí, gané un premio, y después otro y después…hasta 10 de literatura, uno de periodismo y otro de argumentos de cine.
Una vez tuve una beca que me dio el Gobierno de Francia, y pude estudiar algo en París.
Un tiempo quise ser abogado y no me quedé en querer serlo, estudié mucho, aunque nunca lo suficiente.
Después quise ser periodista. Conseguí ser periodista. Persevero.
Una época anduve de corresponsal extranjero (por ejemplo, revolución de Bolivia, la que llevó al poder a René Barrientos).
Yo quería escribir para el cine. Pero en general no soy más que un espectador de cine, y también periodista de cine. Una vez fui al Festival de Berlín, y otra al de Cannes, y otra a Hollywood, el día de los Oscars, y otra… Bueno, en el Festival de Mar del Plata una vez me pusieron en el jurado internacional de la Crítica.
Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires.
Nací el Día de los Muertos del año 22.
Música, para mí, la de Bach y la de Beethoven. Y el "cante jondo".
Bailar no sé, nadar no sé, beber sí se. Coche no tengo.
Prefiero la noche. Prefiero el silencio.

• Fragmentos de entrevistas[1]
•“Para mí el cuento es mi hobby de novelista y, a veces me apesadumbra la incertidumbre de que la novela puede ser mi hobby de cuentista. Yo trato de decir mis confidencias a la palabra escrita. Ayer domingo, he leído mi último cuento y estoy satisfecho porque ha resistido la lectura.”
• “Bueno, yo tengo que escribir tal novela para la que ya he construido un meollo que me nació de adentro, porque es mi falla. Entonces lo que a mí me falla, le falla a la humanidad y yo tengo que corregirla de modo ideal escribiendo una novela. Ahí está la cosa: el salvador, el creador, el omnipotente a través de las palabras.”
•“Como usted ve, soy un tipo simple. Vulgar, póngale.”

• Di Benedetto por sus colegas:

• Daniel Espinar:
“Siempre es una cuestión lingüística. Con Di Benedetto, en especial, siempre es una cuestión lingüística. Nos gusta hablar del estilo de un escritor cuando reconocemos sus trucos, pero Di Benedetto no es un mago televisivo, sino un timador profesional (…) Uno cree que conoce a Di Benedetto, que lo tiene calado, pero no es así. Siempre es distinto.”

•Juan Sasturain:
“(…) se lo puede tratar de ubicar según dos pautas o criterios que están ahí, a disposición del encasillamiento crítico: por el lugar donde vivió más de medio siglo y desde donde escribió la mayoría de su obra, lo que llamaríamos su región de pertenencia, Mendoza; y finalmente, por su alineamiento o desalineamiento (si cabe) dentro, fuera o tangente de las diferentes corrientes estéticas o modalidades de escritura narrativa de su país, su tiempo y su lengua; y ahí se suele decir que su literatura fue y es experimental, una categoría ambigua pero sugerente de su singularidad. Este concepto conduce casi indefectiblemente a subrayar su condición de adelantado, prácticamente periférico, más o menos espontáneo o consciente, de algunas de las grandes novedades en las formas del relato universal de la segunda posguerra.”
Leer a Di Benedetto es una aventura literaria y existencial que merece emprenderse desde cualquier lugar que se parta. La relativa incomodidad es la de los hermosos zapatos nuevos que no podremos, que no nos querremos sacar nunca.”

• Mariano Dupont:
“El punto y aparte, o mejor dicho, el uso que Di Benedetto hace por momentos del punto y aparte, elevándolo a la categoría de procedimiento narrativo, aísla las frases, las recluye, pero nunca las clausura; como si esa escritura fragmentaria, frágil y apocada, estuviera representando, oblicuamente, otra soledad, una soledad más profunda, más urgente: la del escritor que la articula.”

• Juan José Saer:
“Sus narraciones provienen de una profunda necesidad personal, indiferentes a la expectativa pública y a lo establecido y, por esa misma razón, no hay lector atento que, en lo más íntimo, no se reconozca en ellas”
“Entre los autores de ficción de este idioma y de este siglo, Di Benedetto es uno de los pocos que tiene un estilo propio, y que ha inventado cada uno de los elementos estructurantes de su narrativa.”
“Los que tuvimos la suerte de ser sus amigos –lo que no estaba exento a veces de afectuosas dificultades– sabemos además que en la obra estaba presente la integridad de la persona, hecha de discreción, de penetración amarga, de abismos afectivos, de nobleza y de ironía. En 1976, las marionetas sangrientas que impusieron el terrorismo de Estado, lo arrestaron la noche misma del golpe militar y, sin ninguna clase de proceso, lo mantuvieron en la cárcel durante un año. Los notables mendocinos que había frecuentado durante décadas se lavaron las manos, de modo que cuando salió de la cárcel, a los 56 años, lo esperaban el destierro, la miseria y la enfermedad. Ni una sola vez lo oí quejarse, y cuando le preguntaba las causas posibles de su martirio, sonreía encogiéndose de hombros y murmuraba: "¡Polleras!". Pero ese año indigno lo destruyó. El elemento absurdo del mundo, que fecunda cada uno de sus textos, terminó por alcanzarlo. Y sin embargo, hasta último momento, a pesar de la declinación mental y física, encaró, con la misma ironía delicada de los años de plenitud, la inconmensurable desdicha.”


• Di Benedetto por nosotras
Como intentamos expresar con estas citas, a partir de todo lo que leímos nos resultó difícil intentar comunicar a nuestros compañeros una ubicación o una clasificación de este autor dentro de la literatura argentina.
La mayoría de los autores que consultamos suelen ubicarlo próximo a la llamada Generación Intermedia[2], pero su búsqueda de nuevos modos narrativos también lo acercaría a la Generación del ´55 o de los parricidas que preconizaba formas de realismo, tendencia que surgía, según Mauro Castellarín, “como una necesidad de análisis y de síntesis para los escritores que vivieron una época signada en lo histórico, por sucesivos golpes militares, la experiencia peronista y su posterior caída. En el marco internacional, por la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. El realismo crítico supone un compromiso, no solo con la realidad circundante, sino con la literatura misma.”
Podríamos considerar, ¿por qué no?, que parte de su obra se inscribe simplemente en una categoría “realista” y de allí fundamentar con la certera opinión de esta misma autora que afirma que “Ese realismo se instala en la narrativa junto a las técnicas cinematográficas, del psiconálisis, del periodismo, de lo fantástico, para iluminar y buscar respuestas a un presente inestable y fluctuante.”
Otra frecuente clasificación lo presenta dentro de los escritores “regionalistas” o “del interior” a falta de un criterio mejor. Pero esta última se atendría, como expresamos en las citas de los autores, al sólo hecho de que escribió gran parte de su obra en la ciudad en la que más tiempo vivió, su ciudad de origen, Mendoza. Pero nos parece interesante el artículo de Delgado en el que expresa que el término “región” aún “en sus acepciones más optimistas, resulta un término defectivo”  ya que “define la parte incomprendida de un todo que la desborda, desplaza o desdibuja” y por extensión se suele llamar “regionalista” a la literaturas marginales, que no trascienden su ámbito o no han alcanzado ciertos logros formales, confundiendo lo estético con lo geográfico. Dicho autor suma a esto la consideración de “regional” a aquello no urbano o no porteño. Pero hay otro regionalismo, “el que transitan aquellos escritores que se proponen, a través de ese conocimiento empírico al que todo realismo se aferra, un conocimiento en el presente. La región es la cuna, un lugar que se asume como azar y destino” y cita luego a Tizón: “Nacer es una casualidad pero también una fatalidad, puesto que nadie elige por sí mismo el lugar donde nacer. De modo que un escritor ronda y da vueltas sobre el mismo tema, los mismos hombres y las mismas cosas. Nunca tendrá tiempo de conocer a fondo otras es decir, tan bien como conoce las suyas propias y, a la vez, de aprender a escribir cada vez mejor.”
Para cerrar el tema del regionalismo también nos pareció oportuna la siguiente cita del artículo de Prieto “El silenciero merece ser leído no sólo como la progresiva obsesión de un hombre por el silencio, sino también como una extensa metáfora del lugar del escritor en la provincia (…) Estar por irse, finalmente no irse y como consecuencia de no irse, no crecer. Aquí está otra vez escenificada la pesadilla del escritor de vanguardia en la provincia, quien sufre, remitámonos de nuevo a Di Benedetto, “un trastorno de jerarquía”.
Toda la bibliografía que consultamos destaca la influencia de Kafka (cuando él ha manifestado no haberlo leído hasta 1954), de Horacio Quiroga, de Albert Camus, del existencialismo y su confesada admiración por Dostoievski y Pirandello, menos rastreables en su obra.
Por todo esto decidimos elegir la clasificación que nos pareció más acertada para Di Benedetto, que es la que crea Mauro Castellarín en su Tesis de doctorado y que se divide en tres etapas:


a)      La narrativa experimental y la realista: en la que se ubicarían Mundo animal (1953), El pentágono (1955), Cuentos claros (1957) y algunos relatos de El cariño de los tontos (1961), entre otros. En ellos encontramos “cuentos y novelas de carácter innovador en cuanto a la forma y la técnica (…) La incorporación de la técnica cinematográfica y también las formas fantásticas y alegóricas del hiperrealismo kafkiano” pero también son relatos que se caracterizan por el neorrealismo y por la recreación de de la tradición literaria regionalista porque casi toda la narrativa del autor está localizada en Mendoza y en la región cuyana”. Aunque Julio Premat hable de “aterritorialidad referencial rompiendo el horizonte regionalista” creemos, como Mauro Castellarín, que aunque no se haga una referencia explícita a la región cuyana, Di Benedetto la utiliza como fuente inspiradora.
b)      La dimensión americana y la búsqueda existencial: donde se ubicarían sus novelas Zama (1956). El Silenciero (1964) y Los suicidas (1969), trilogía de marcado carácter existencialista.
c)      Narración y fantasía: Incluiría los relatos que retoman los postulados de la literatura fantástica y policial de la tradición iniciada por Borges y Bioy Casares, como Cuentos del Exilio (1983), Absurdos (1978) y la novela Sombras, nada más… (1984) que según el autor, en una entrevista dada a Jorge Halperín, declara que forma “una reunión de sueños”.



CUENTOS CLAROS
Resúmenes de argumentos
Enroscado
Un hombre, Ortega,  queda viudo y debe afrontar el cuidado de su pequeño hijo, Roberto, que manifiesta un ostracismo como producto de los grandes cambios en su vida.
Pasarán por diferentes pensiones, dificultades económicas, momentos de incomunicación, furia y soledad, que harán que el pequeño actúe de manera incomprensible para un padre que no logra conjugar su trabajo con la crianza del niño.
La incapacidad de Ortega para encontrar una solución, lo llevará a actuar de manera que la tensión sea cada vez mayor.

Falta de vocación
En Mendoza, Don Pascual, un jubilado de cincuenta y siete años cuya educación sólo alcanza el cuarto grado de la escuela primaria, le alquila el departamento contiguo al suyo a Segura, un periodista profesional, con quien entabla una cercana relación.
Un día son testigos de un accidente en el que un obrero cae de la construcción y pierde la vida. Segura comenta que es la primera vez que escribirá en la sección de policiales habiendo sido testigo del hecho y Don Pascual espera con ansiedad para leer al día siguiente la noticia, por eso compra dos diarios diferentes para contrastar la redacción con lo que él vio. Esto dará pie a que el jubilado muestre sus pequeños escritos al periodista, que se asombrará al descubrir que su amigo escribe narraciones fantásticas. Segura lo alienta a seguir escribiendo, hecho que Don Pascual concreta hasta que argumenta que no tiene la vocación suficiente para ser escritor, después de haber sufrido los tormentos de su propia imaginación.

As
Un hombre mayor, que sufrió quince años atrás una parálisis en las piernas, vive atendido por su hija soltera, que ya de grande comienza a salir con el empleado de la tienda familiar. Por esto la mujer contrata a Rosa Esther, una jovencita de dieciséis años, para que cuide al anciano.
El viejo enseñará a la chica a jugar a las damas y luego al ajedrez, que era el verdadero interés de Rosa, y ella comenzará a ganarle con frecuencia. Jugarán por dinero pero al ganar todos los ahorros del viejo, él apostará telas de su tienda. Al descubrir el faltante, el empleado y la hija echan a la joven acusándola de robo.
El padre de Rosa Esther decide contratar a un procurador para llevar al viejo a juicio, pero al mismo tiempo descubre la suerte de su hija para el azar y decide enseñarle nuevos juegos para obtener un beneficio económico.
La joven entrará en el mundo masculino del juego y conocerá a un “compadrito” que le enseñará el póker primero y luego la explotará y la raptará para su propio beneficio. Dos meses después, el joven volverá a la casa de su “suegro” a comunicar que se casará y que Rosa Esther está embarazada. El abuelo del niño especulará con la posibilidad de apropiarse de él ya que es posible que herede la suerte de su madre.

El juicio de Dios
En 1907 en San Rafael un tren de carga procedente de Mendoza sufre un desperfecto y queda detenido a mitad de camino, por lo que el jefe de la estación, Don Salvador, decide salir a prestar ayuda junto a dos peones en una zorra. En el camino, el desierto y el esfuerzo les provoca sed, pero el agua que cargaron está caliente. Divisan una pequeña casa y el jefe va en busca de agua fresca. Al bajar se encuentra con una anciana y una niña que lo señala y lo llama “papá”.
La anciana convoca a los hombres de la casa para que observen la situación y creen ver en el jefe al hombre que sedujo a la mamá de la niña, “la Juana”, y la alejó de su hogar, dejándolos a todos sin sus servicios domésticos. A punta de escopeta lo secuestran sin que Don Salvador termine de comprender lo que sucede. Mientras que los peones conjeturan sobre la tardanza de su jefe, Don Salvador es sometido por los campesinos a un juicio familiar. Al no llegar a un acuerdo, el viejo apela a la justicia divina para dilucidar el conflicto: si Don Salvador es culpable, Dios hará que el tren choque con la zorra, pero para que Dios actúe de manera directa, los campesinos deciden secuestrar y encerrar también a los dos peones.
El tren choca la zorra pero no ocurre la catástrofe que Don Salvador anunciaba, los ferroviarios descienden y se acercan para solicitar ayuda y alimento, pero la pequeña al ver a uno de ellos vuelve a decir “papá”. Don Salvador una vez liberado, con racionalidad, le pone la gorra a otro de los ferroviarios y constata que la niña responde de manera idéntica ante este estímulo, demostrando su inocencia y que es ridícula la creencia de los campesinos.

No
Un hombre rinde un culto de amor secretamente a su inconclusa historia de amor adolescente. Se dirige todos los años en la misma fecha a la estación donde su amada, Amanda, tomó el tren que los separaría para siempre, al marcharse casada con otro. Pero a pocos de días de cumplirse el tercer aniversario de su rito, recibe una carta de ella. Comienzan a escribirse y deciden encontrarse. Él viaja al lugar acordado y en el abrazo final de despedida descubre que el vientre abultado de ella nuevamente los separa.

Análisis de los cuentos

•Enroscado

Narrador: Omnisciente en 3° persona
Personajes: Ortega (padre), Bertito (hijo)
Marco:
Ø  El narrador va presentado sucesivamente las escenas en distintos ámbitos: la casa que deben abandonar, la pensión en la que viven, el padre en la calle, en la oficina, etc. 
Ø  Tiempo: sucesión temporal con alusión a las horas del día, semanas y horarios del trabajo de Ortega.

Utiliza el presente narrativo para la presentación de las imágenes y secuencias, procedimiento que anticipa la técnica del cine.

Características:
Soledad / oscuridad (refugio del niño)
Casa vacía de madre (de donde se van)
Incomunicación – escasos diálogos
Incapacidad del padre para comprender la psicología del niño
Dificultades económicas
Ira y violencia contenida
Necesidad sexual
Necesidad de una compañera, oprimida por sentimientos moralistas (lo detiene la realidad)
Sentimiento de abandono en el niño; no sabe que su madre murió:
            - Berto, Bertito, ¿dónde está mamá?
            El niño levanta una mano con el ademán del asombro, el desconsuelo y la total ignorancia, y dice:
            -No sé, no sé, papá.  Me ha dejado solo, me ha abandonado, papá.

Niño:
Ø  Como figurita muda (p.25)
Ø  El padre lo ha puesto sentado en la cama y quedó así por una hora
Ø  No muestra alegría, ni curiosidad (p.27); no tiene autonomía           se deja, lo lleva, lo sienta, lo arrastra, lo alza, lo lleva al baño
Ø  No se relaciona con otros niños (p.41)
Ø  Su refugio: debajo de la cama
Ø  Su padre lo cree idiota (p.39)
Ø  Los demás lo califican de ¨animalito¨
Ø  El padre le deja la comida como a un animal
Ø  El padre lo considera una cosa (p.40)

“Enroscado”
El niño comienza a manifestar su malestar, su soledad, su dolor primeramente con el encierro en la habitación; en un principio solo sale con padre, después, no quiere salir ni siquiera al baño; por último, se refugia debajo de la cama luego de que el padre llevara a una mujer a la habitación; se enrosca debajo de la cama como un animalito (como lo llama la tía y repite la encargada de la pensión), como una criatura agazapada, como un gato. (p. 47)
Pero también la tensión va enroscando la relación padre/hijo, la va cerrando al tiempo que los personajes se van cerrando. Sabemos por sus acciones que el niño se encierra en sí mismo, pero, por otro lado, el padre queda encerrado y enroscado en el problema. No pide ayuda externa, a partir de la opinión de la encargada de la segunda pensión, toma conciencia de la pena del niño que él, en su propio encierro, había olvidado.
Se enroscan juntos en la cama matrimonial. (p.40)
El hombre desenrosca el cinto de su cuerpo para pegarle al niño en un último intento de resolver su problema, pero el efecto no es el deseado.
El final queda abierto: ¿podrán seguir enroscándose más?

•Falta de vocación:
Narrador: 3° persona, omnisciente.
Personajes:
Ø  Don Pascual, jubilado municipal, 57 años, estudios primarios (4° grado)
Ø  Segura, joven periodista, inquilino y vecino de Don Pascual.

Marco:
Ø  Ciudad de Mendoza
Ø  Redacción del diario

Características:
Relación entre los personajes de charlas pese a la diferencia de edad.
Confronta escritura literaria y periodística como modos de percepción de la realidad.
Intención de replantear y cuestionar la función y fin de la escritura misma.
Realidad y verosimilitud de la información periodística distinta de la construcción imaginaria de los hechos.
Tratamiento de una misma noticia por dos periódicos distintos.
Presencia y concepto de la literatura fantástica. (p.59)
Distintas opiniones sobre lo fantástico reflejan la realidad de ese momento de la literatura argentina.  Muestra la reticencia a una literatura que parece ingenua frente a una realidad más concreta. Cuestionamiento de la fantasía frente a la realidad social e histórica.
Reflexiones sobre el trabajo de escritor.
Imaginación desbordada de Don Pascual.
Don Pascual renuncia a la fantasía pura y puede interpretarse como una renuncia simbólica hacia un modo de escritura que el mismo autor había emprendido bajo el signo de la censura.

As
Narrador: en 3° persona asume la forma impersonal de la transmisión de los sucesos.  La omniscencia del narrador se hace presente en la transposición indirecta de algunos diálogos, de los pensamientos de los personajes.  El narrador impone su predominio como emisor.  Varía sus puntos de vista mediante la introducción de estilos directo e indirecto y la intercalación de diálogos directos en los que los personajes asumen la voz narrativa.
Personajes: padre e hija  en las dos historias; encargado seductor en trama 1; instructor de póker, seductor en trama 2.

Marco:
Ø  Carece de localización espacial y temporal aunque algunos elementos de la narración nos sitúan en el arrabal de una ciudad, en ambientes marginales o suburbios de la gran ciudad poblados por emigrantes o emigrados de las provincias.
Ø  Tiempo: contraste entre el tiempo breve que se le asigna a los personajes  y el tiempo dilatado del narrador en el desarrollo de la trama.

Características:
Diferente condición económica de las dos familias.
Incultura.
Soledad del anciano.
Carencia de valores morales que trastoca los vínculos padres-hijas.  Los valores humanos y afectivos han quedado degradados por la necesidad de provecho.
Pasión por el juego y el azar que se repiten de manera sucesiva y circular.
Condición de la mujer ligada a la rentabilidad y utilidad: primera trama, para el cuidado del padre, de la casa  y del negocio; segunda trama, con fines económicos a través del juego

Abuso / Explotación:
Ø  Primera trama: la hija del anciano relega su vida a los cuidados del padre, la tienda y la casa, también Manuel, el encargado, comienza una relación con la joven y, de esa manera, hace abuso de su lugar y sobrepasa las tareas que le corresponden como dependiente, adueñándose de la situación, de la tienda y de la voluntad de la hija del anciano.
Ø  Segunda trama: el padre explota a la hija para ganar dinero fácil; el procurador explota la situación prometiendo un juicio que nunca se realizará; el “compadrito” explota a Rosa Esther para su propio beneficio.  El juego, como común denominador de estas situaciones.

Relato planteado como un juego, no sólo de azar, sino como un juego absurdo de relaciones humanas fundadas en la amoralidad y la degradación y, al mismo tiempo, en la confianza en el azar como el medio para solucionar los problemas económicos.

El juicio de Dios
Narrador: Omnisciente que presenta los hechos desde el punto de vista de Don Salvador (su vivencia) y de las conjeturas o hipótesis de los peones (visión a distancia).
Personajes:
Ø  Don Salvador, jefe del ferrocarril, representante de la civilización. Nombre alegórico a una situación trágica que debe impedir.
Ø  Peones del ferrocarril.
Ø  Abuela
Ø  Nieta                            
Ø  Campesinos
Ø  La Juana (ausente)

Marco:
Ø  Principios del siglo XX, 1907, Mendoza, ciudad de San Rafael en evolución por la llegada del ferrocarril.
Ø  Desierto mendocino de la región cordillerana.  Campo trabajado por campesinos.

Utilización del presente narrativo.  El despliegue de las secuencias recurre a la técnica cinematográfica, combinando el juego de enfoques de aproximación y alejamiento de los personajes en la sucesión secuencial, intercalando diálogos breves para reforzar los cambios de perspectivas.

Características:
Enfrentamientos de dos mundos: civilización y barbarie. Parodia. Don Salvador Quiroga.
Desarrollo / industrialización / comercio vs. campesinos aislados de los centros urbanos, embrutecidos en su primitivo modo de existencia.
Soledad del lugar.
Ausencia de madre y padre.
Preocupación de la ausencia materna porque no hay nadie que realice las duras tareas del hogar.
Cuadros caricaturescos (pelea con alpargata).
Contención de emociones violentas (Don Salvador).
Ignorancia / incultura.
Sometimiento.
Incomunicación como cuestionamiento del lenguaje y sus posibilidades comunicativas entre interlocutores que pertenecen a ámbitos diferenciados. Esta incomunicación es el trasfondo de lo trágico y lo que da lugar a situaciones grotescas.  Campesinos: razonamiento infantil, primitivo, supersticioso fundado en creencias mágicas y sobrenaturales pero respetado por la autoridad del patriarca. Esto contrasta con el lenguaje más culto del jefe de estación y el predominio de la razón para resolver una situación grotesca. 
Realismo descriptivo: realidad del país y de la región andina; no hay denuncia social.

No
Narrador: primera persona.
Personajes:
Ø  Joven enamorado.
Ø  Amanda, amor adolescente, casada con otro hombre.

Marco:
Ø  Ciudad
Ø  Estación de tren

Características:
Distinto de los otros cuentos: deja de lado el problema humano y social localizado en alguna zona.
Presenta una problemática individual y sentimental que se convierte en parodia.  La parodia de la literatura sentimental y romántica se recrea en el desenlace del relato por el absurdo encuentro y el anacronismo descriptivo (fuera de época).
También está presente el silencio por la ausencia de Amanda durante tres años.
Presencia del otro (marido); número 3 aparece reiteradamente en la historia.
Presencia del otro (curvatura del vientre); número 4 también reiterado.
Sentimientos de ofuscación, de derrota.
Impera el realismo de los sentimientos y se imponen con una carga de sensatez y racionalidad.
No hay elementos simbólicos, alegóricos ni fantásticos.
Aceptación y resignación de la realidad que resulta adversa a sus deseos.



Algunos puntos en común entre los cuentos que queremos destacar:

•El grotesco:
“Grot” era el título original con que se publicaron los cuentos en el año 1957, en la segunda edición -a cargo de Galerna- en 1969, el autor decidió conservar el título “Cuentos claros” que era el primero que había elegido para ellos.
Como él mismo explica, “Grot” son las primeras cinco letras de la palabra “grotesco” “porque eso son -aclara- cuentos grotescos.”
Para Mauro Castellarín “Más que grotescas, estas narraciones reiteran el absurdo de la vida, la sinrazón de las situaciones a las que es expuesto y a las que se somete el ser humano ante diversas circunstancias vitales.”
Pero Néspolo señala, además que “sería erróneo desconocer que el nombre remite a otro gran sistema de ficciones, el de la narrativa sureña norteamericana[3] a la que ya desde la mitad del presente siglo se caracterizaba, a veces peyorativamente, como grotesca”.

A groso modo distinguimos en cada cuento:

Enroscado: la vida de un hombre que no puede afrontar el comportamiento de su pequeño hijo.
Falta de vocación: Don Pascual es asediado por sus fantasmas y huye de la escritura.
As: dos hombres disputándose la suerte de una mujer como si fuera una mercancía.
El juicio de Dios: una familia capaz de liquidar a un hombre ante la sola palabra de una niña.
No: Un vientre que deshace cualquier posibilidad de la concreción de un amor eternamente platónico.

En “El juicio de Dios” las situaciones grotescas se llevan al extremo:
El jefe de ferrocarril porta orgulloso una gorra con faltas de ortografía que pone en juego el equilibrio de la incultura representada en el grupo de campesinos.
Hay un duelo entre padre e hijo resuelto con una alpargata como arma.
Don Salvador que se cree el salvador del sistema ferroviario argentino.
El razonamiento del “padre” no está fundado en lo racional sino en lo sobrenatural.

•El destino:
En estos cuentos encontramos que no hay explicaciones causales para los acontecimientos. Los hechos ocurren, suceden, como si los personajes estuvieran destinados a pasar por ellos. El narrador sólo obtiene los datos de su mirada atenta y objetiva y se limita a relatarlos.

•Ausencia de la mujer:
Creemos también que existe una conexión entre los cuentos con respecto al tema de la ausencia femenina como desencadenante de los sucesos. A excepción de “Falta de vocación” en el que la esposa de Don Pascual no ejerce influencia sobre su marido, en el resto podemos observar:

Enroscado: la muerte de la madre desencadena la acción que da lugar al argumento.
As: las salidas, al cine primero y con diferentes motivos después, de la hija del anciano enfermo son la razón por la que se decide contratar a Rosa Esther. A su vez, Rosa Esther llega en compañía de su padre a buscar el trabajo, Rosa Esther, se ausentará de su casa para cumplir esta tarea. Finalmente, la joven será raptada “desapareciendo” nuevamente de su hogar.
El juicio de Dios: la ausencia de “La Juana” es el hecho del que se lo acusa a Don Salvador y por lo cual es retenido.
No: la ausencia de Amanda es la causa del rito amoroso del protagonista, el tema y el desenlace del cuento.

•La noche:
La noche, como afirma Varela en sus “Reflexiones…”, constituye un núcleo privilegiado en el proceso creativo de este autor.

Enroscado: El niño se esconde de noche, prefiere la oscuridad. De noche recorta la foto de su mamá.
El padre “espera la noche, que es más propicia para la efusión de sentimientos (…) más apta”.
Falta de vocación: Don Pascual tiene pesadillas, de noche.
En un escrito de don Pascual: “de noche la sombras de los árboles es de las parejas”
El autor nos sitúa: “Ahora es de noche…” El ámbito de Don Pascual: “Todas las noches al acostarse Don Pascual come confites”, “Él hubiera preferido quedarse a oscuras”. La oscuridad, la noche, hacen que aparezca su visión (mosca-murciélago); Don Pascual tiene pesadillas, de noche.
As: La hija del anciano decide comenzar a realizar salidas nocturnas, lo que altera la vida de ese hogar. Por las noches el viejo y Rosa Esther juegan ajedrez. Finalmente la muchacha entra en el mundo nocturno del juego.
El juicio de Dios: el tren chocará en la oscuridad de la noche y los sucesos solo se esclarecerán al amanecer.
No: el rito de amor se cumple de noche.

• El silencio
El silencio es un elemento que aparece en todos los cuentos

Enroscado: Parte de la comunicación entre padre e hijo se debe al no hablar
“Entre los dos median silencios que parecen olvidos”(En relación a la tía y al niño)
“Camina, el hombre solo, con una figurita muda tomada de la mano, y tampoco él pronuncia una palabra”
“Pero no habla, no muestra alegría, ni satisfacción, ni siquiera curiosidad.”
“Pero la voz no le sale de la garganta.”
“Quiere decirlo con su voz más tierna y protectora, pero la voz no le sale de la garganta.”
“Y él que nunca le habla de la madre… Para no hacerlo sufrir, ha creído hasta ahora.”
“El niño no contesta los reproches. Nada dice a la averiguación del padre.”
“El niño sólo le devuelve silencio”
“Se salva de unos lagrimones de protesta sólo porque la criatura está ejercitada en la resignación silenciosa.”
“Ya no habla, no llama, no pregunta con palabras.”
Lo no dicho, también está presente desde el narrador: entendemos que el padre compra y acerca al hijo una “pelela” o “bacinilla” pero esta palabra no aparece a pesar de la importancia del objeto en las acciones. De esta manera, con sumo cuidado, el narrador adopta el punto de vista del padre, cuidando tanto su pudor y como respetando su silencio.
Falta de vocación: El silencio antecede y precede a la muerte “Sin avisarse el uno al otro, miran en el mismo instante y ven al hombre que cae, de un piso altísimo, con un largo grito de miedo. El cuerpo contra el suelo hace un ruido aplastado, y se acaba el grito.”
Don Pascual y su mujer callan “Nada más. Sin embargo, esa noticia, que por su modo se ha vuelto diferente de la otra, le produce determinada excitación, de la que no habla.”
“Ella asombrada y en silencio, husmea.”
En uno de los cuentos que Don Pascual escribe, el personaje es una niña que llora sin hacer ruido.
Don Pascual necesita el silencio para escribir, aunque puede pensar con ruido.  Ha escrito durante toda su vida pero no puede mostrárselo a nadie, en esos escritos narra, por ejemplo, los sucesivos gobiernos (de eso no se puede hablar).
As: Rosa Esther se caracteriza por su sumisión y sus pocas palabras “Vela al amo en silencio.”, “Ella se mantiene calladita en su rincón, mirándolo o mirando quién sabe qué.”, “Nunca habla en la mesa. Nunca habla con los hombres. Lleva semanas de alternar con ellos y nada ha conseguido perturbarla. Ni las malas palabras.”
El juicio de Dios: la espera de la “respuesta de Dios” se precede y se sucede de silencio, “Desde su embozamiento en la oscuridad, los hombres y la vieja calculan, segundo a segundo el instante del encuentro, tienen los oídos preparados para escuchar el estruendo más grande que se haya producido en esos campos.”, “En el galpón se ha establecido el silencio”, “Ellos creen mientras caminan tres pasos, que han recuperado la libertad. La escopeta les apunta y el hombre marca la regla “Mucho silencio”.”
No: El protagonista calla su amor por tres años “En la noche del tercer aniversario, en medio de la turbulencia de los andenes, no podía musitar la frase de ternura que tengo pensada para ella.”, “Y la nostalgia se debatía con cierto orgullo, el orgullo de poder confesar un amor tan callado y tan desprovisto de futuro. Pero no hablé” Ella también calla y en su carta, luego de la confesión no dice, a lo cual el narrador expresa “Rogué, entonces. Le rogué que me dijera algo, aunque fuese la palabra de la condenación y el olvido”, “Quedó en suspenso el diálogo, por mi voluntad y mi silencio, hasta asegurarme la posibilidad del viaje.”

Como cierre sólo queremos recordar las palabras con que el autor cierra su Autobiografía: “Prefiero la noche. Prefiero el silencio.”



Bibliografía citada y consultada

•Durchi, Celine, “La presencia del mal en los cuentos fantásticos de Antonio Di Benedetto”, Tesina Máster, Universiteit Gent, 2009.

•Delgado, Sergio, “Realismo y Región. Narrativas de Juan Carlos Dávalos, Justo P. Sáenz, Amaro Villanueva y Mateo Booz” en Historia Crítica de la literatura argentina, Director Noé Jitrik, T.6, El imperio realista, M.T. Gramuglio comp., Bs. As., Emecé, 2000.

•Di Benedetto, Antonio, Cuentos Completos, Adriana Hidalgo, 2009.

•Di Benedetto, Antonio, Cuentos Claros, Adriana Hidalgo, 1999.

•Foffani et alt., “Más allá del regionalismo: la transformación del paisaje” en Historia Crítica de la literatura argentina, Director Noé Jitrik, T.11, La narración gana la partida, E. Drucaroff comp., Bs. As., Emecé, 2000.

•Néspolo, Jimena, Ejercicios de pudor, Bs. As., Adriana Hidalgo, 2004.

•Mauro Castellarín, Teresita, La narrativa de Antonio Di Benedetto, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1992.

•Prieto, Martín, “Escrituras de la “zona”” en Historia Crítica de la literatura argentina, Director Noé Jitrik, T.10, La irrupción de la crítica, S. Cella comp., Bs. As., Emecé, 2000.

•Saer, Juan José, “Antonio Di Benedetto” en El concepto de ficción, Buenos Aires, Ariel, 1997.

•Varela, Fabiana Inés, Reflexiones sobre el proceso creador en Antonio Di Benedetto, Revista de Literaturas Modernas, Número 35, 2005.


Artículos:

•“El hacedor de silencios” Por Mariano Dupont, en http://www.literatura.org/DiBenedetto/adbC1.html

•“Informe hospitalario” Por Daniel Espinar, en http://miedoalaliteratura.wordpress.com/2011/04/12/informe-hospitalario-06042011-antoniodibenedetto/

•“Sobre el arte de la espera” Por Juan Sasturain, en
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-193451-2012-05-07.html




[1] “Luchar contra la palabra. Diálogo con Antonio Di Benedetto” por Ricardo Zelarayán en la edición de Cuentos Claros citada.
[2] Entre algunos de los representantes de la “generación intermedia” estarían: Adolfo Bioy Casares, José Bianco, Alfredo Varela, Antonio di Benedetto, Leopoldo Marechal, Joaquín Gómez Bas, Manuel Mujica Láinez, Abelardo Arias, Arturo Cerretani, Julio Cortázar y Ernesto Sábato, entre otros. El historiador literario Adolfo Prieto sostiene que la llamada Generación Intermedia, posterior al movimiento literario de Martín Fierro recluta a los novelistas y cuentistas argentinos nacidos entre 1905 y 1920 que, en buena parte han publicado sus primeros libros durante la década del 40-50. El nombre de “Intermedia”, se aplica a esta generación o grupo de narradores, porque abarca la amplia tierra de nadie entre la real vigencia de los grupos de Florida y de Boedo (cuyo término puede fijarse un poco después de 1930) y el rebrote de la vida literaria posterior a la caída del peronismo. Sin embargo, la mayoría de los escritores intermedios inician su actividad literaria poco antes del régimen peronista, publicando en revistas y en diarios. Durante el peronismo, algunos se repliegan, otros no; unos se autoexilian, otros no. Es hasta la caída del peronismo cuando virtualmente sus obras –y sus nombres- son proyectados a nivel internacional.

[3] William Goyen, Katherine Ann Porter, Carson McCullers, Robert Penn Warren, Eudora Welty y en su primer momento Truman Capote fueron considerados como “escritores sureños” amparados por la sombra de William Faulkner.